La muchacha abrió los ojos y sintió que estaba sola, indefensa, sin ninguna compañía que la ayudase a salir de la mala experiencia, que habia tenido anteriormente. Aún estaba en el callejón donde la habian dejado tirada, sin ropa, con su rostro lleno de rasguños y cicatrices. Se levantó con gran pesar buscando algun sitio donde poder descansar. Caminó unos metros arrastrando sus pies sobre el asfalto. Era de noche, la oscuridad llegaba a cada rincón de las calles. Lloraba, notaba que su alma le pedia a gritos que el dolor cesara de una vez por todas. Con sus manos se tapaba el cuerpo intentando mantener el poco calor que aún conservaba. Al cabo de unos minutos corriendo por el mismo callejón, llegó a su fin, no tenia salida. Se giró y corrió hacia una banda, se sentó en el suelo y esperó a que amaneciera. Pasaron las horas, la muchacha continuaba en el suelo, abrazada a sus piernas y pensando en nada. Sus ojos aún contenian lágrimas de desesperación, sus labios
intentaban no moverse a causa de las heridas que continuaban sangrando. El sol se asomaba por el este como cada mañana, dejando ver sus rayos de luz. La chica no habia dormido, aún estaba aturdida por lo sucedido esa misma noche. Aún recordaba la cara del hombre, sus manos, sus ojos, la manera en que le sacaba la ropa, tratando de arrancarla en una pieza, el bisturí que tenia para poder cortar cada parte del cuerpo, haciendo que el sufrimiento se apoderara de la chica, los gritos de dolor que emitia ella, los de placer de él.
Una voz ronca, estridente y grave perturbó la tranquilidad de la muchacha.
- ¿Que hace una preciosidad como tu por estos callejones? - dijo el hombre con ironia. En su cara se formó una mueca parecida a una sonrisa.
- ¡Vete! – gritó ella, intentando que alguien la escuchara desde algun punto de la ciudad.
Era un hombre de pelo castaño, con cejas gruesas y ojos de un negro oscuro. Era alto y delgado, pero sus músculos eran fuertes. En una mano le faltaban tres dedos. Llevaba la misma ropa que ayer: vaqueros desgarrados y manchados, una camiseta gris y unos zapatos de cuero negro.
El hombre avanzó con tranquilidad. La chica se alejó como pudo, pero un golpe fuerte en la cara la dejó inconsciente en el suelo.
- No deberias haberlo hecho... – anunció una voz desconocida. Una silueta negra, se sentó en un borde de la acera, detrás del hombre. – No está bien...
“Tic, Tac, Tic, Tac, tic, Riiiiinnngg”
Una chica se levanta de su cama, con prisas. Estaba sudada y repetia una y otra vez la palabra “no”. Sus ojos estaban dilatados y su frente manchada de sudor. Se tóco la cara buscando heridas o sangre. Pero no encontro nada. Se toco el cuerpo y notó que llevaba aún su pijama. Una mujer de unos cuarenta años entró a la habitación contenta. Su rostro cambio al ver su hija en aquel estado de shock.
- ¿Que te pasa? – preguntó la madre desesperada.
La chica no contestó aún tenia las imagenes en su cabeza. Su madre repitió la pregunta. La muchacha miró a su madre y suavizó el rostro.
- Solo ha sido una pesadilla – contestó ella, sin aire. – He pasado verdadero miedo... – prosiguió ella sonriendo.
A cincuenta metros de distancia de esa casa, un hombre de ojos negros, cejas gruesas y pelo castaño observaba detrás de una pared. Mientras jugueteaba con una hoja que se habia encontrado en el suelo, con una mano que tan solo tenia dos dedos...
Miér Ago 27, 2008 4:15 pm